INFORMACIÓN QUE DISPONEMOS.

La información de que disponemos actualmente acerca de la crisis medioambiental sigue un patrón definido. Este patrón, angustiosamente obvio para muchos, sigue siendo para otros invisible. ¿Por qué? La respuesta, creo yo, está en el miedo: con frecuencia nos negamos a identificar un patrón por miedo a sus consecuencias. En efecto, esas consecuencias indican a veces la necesidad de realizar cambios drásticos en nuestro modo de vida Desde luego, quienes más hayan invertido económica, política, intelectual o sentimentalmente en el estado actual de cosas serán los más acérrimos y a veces feroces enemigos de la aplicación, por necesaria que sea, de un patrón nuevo.

A Galileo se le acusó de subversivo por describir el modelo que veía en el cielo. Una de las consecuencias más inquietantes del mismo era que la Tierra dejaba de ser el centro del universo de Dios. Pero aún más inquietante para sus jueces fue la idea de que la Tierra se moviera. Durante el juicio, Galileo admitió el carácter subversivo de su teoría al declarar que en el fondo no creía en lo que de ésta se derivaba. Antes bien, se había limitad° a presentar un ingenioso problema para el orden existente a fin de aumentar la satisfacción y certidumbre con que se aceptaría dicho orden después de triunfar sobre su modelo. a sabiendas improcedente. Hasta él hubo de some se a las Convenciones de su tiempo. la presunción de que las cosas importantes permanecen inalterables e inamobible es una fuente habitual de resistencia al surgimiento de ideas nuevas y desconcertantes Aún recuerdo que uno de mis compañeros de escuela primaria señaló en el mapa el perfil atlántico de América del Sur y lueg° sigui° con el dedo el contorno de la costa occidental africana, que parece coincidir con el litoral marítimo brasileño. ¿Han encajado alguna vez'?preguntó. No repuso el profesor. Eso es absurdo.

Apesar de que habían encajado y de que hace tiempo que la deriva de los continentes está científicamente aceptada, conviene resaltar que, hasta 1970 por lo menos, algunos de los geólogos más reputados del mundo rechazaban esta teoría en términos no muy alejados del absurdo expresado por mi profesor en l 959. ¿Por qué? Porque se basaban en una presunción (los continentes no se mueven) aparentemente razonable pero a la postre errónea. Y se negaban a ponerla en duda. Por decirlo con las inmortales palabras de Berra: «No nos atribula lo que desconocemos sino lo que estamos seguros de que no es como es».

Los científicos que se burlaron de la deriva de los continentes subestimaron la capacidad de cambio de la Tierra. Del mismo modo, al abordar la valoración de los peligros estratégicos que amenazan el entorno planetario, muchos escépticos se resisten a pasar a la acción dando por supuesta la escasa magnitud de los cambios. Creen que la Tierra es tan grande, y tan poderosa la naturaleza, que nuestro efecto sobre ellas no tiene ninguna posibilidad de ser profundo o prolongado. O, lo que es igual, presuponen que el equilibrio natural del ecosistema planetario es inamovible. Por desgracia, no es así. Lo fue, sin duda, pero ya no lo es.

Como enmendar esta errónea y cada vez más peligrosa suposición? En primer lugar, debemos tener en cuenta las limitaciones a que está sujeta nuestra perspectiva, enormemente condicionada por el tiempo y el espacio. Empecemos, pues, aceptando que nuestra visión del cambio se basa en períodos de tiempo de extrema brevedad: semanas, meses, años o, cuando nos sentimos particularmente magnánimos, siglos. De manera que un cambio rápido en términos geológicos resulta verdaderamente lento a escala humana. Se requiere un esfuerzo de imaginación para acelerar o retardar los Procesos de cambio ambiental y poder, así, encuadrarlos en un marco más familiar y comprensible.

Algunos teleanuncios muestran imágenes a cámara lenta de coches que se estrellan a gran velocidad contra un muro de ladrillos. Vista a ritmo normal, la colisión es tan repentina que la percibimos como la transformación de un coche en una masa de hierros retorcidos. Pero, vista a cámara lenta ,observamos el proceso de cambio por el que las distintas partes del coche se detorman y, una por una, chocan de manera lógica y previsible entre sí y con los ocupantes del vehículo Por ejemplo, el volante puede incrustarse, empujado por el motor, en uno de los maniquíes, mientras el otro rompe el parabrisas con la cabeza de madera.

Algo parecido ocurre hoy en el medio planetario. Nuestro ecosistema se está deformando al chocar con las superficies duras de una civilización que avanza hacia él sin control y cada vez a mayor velocidad E1 daño, comparado con el largo período previo de estabilidad ambiental, es sorpren dentemente repentino y amplio, aunque nosotros percibimos sus efectos a cámara lenta. Cuando, por ejemplo, el mar de Aral se seca y todos sus peces mueren, es como si este frágil ecosistema, violentado por la fuerza de choque de la civilización, se hubiese deformado gradualmente. Cuando vastas zonas de bosque pluvial son arrasadas y todas sus especies vivas se extinguen, es como si los árboles hubiesen caído lentamente tras chocar con la civilización. Cuando una nación superpoblada agota sus tierras de pastos, limitando de este modo su capacidad de abastecerse de comida para el año siguiente, es como si la fueza de su choque con la naturaleza la lanzase bruscamente hacia atrás, como una consola de mandos que golpeara la frente de un niño la mayoría de nosotros actúa como si no percibiese choque alguno, en parte porque la trituración y el quebrantamiento se producen en un espacio de tiempo mayor del que relacionamos con una colisión violenta. No somos muy distintos de la rana de laboratorio que escapa de un salto cuando se echa en un recipiente de agua hirviendo, pero que se está quieta (hasta que se coge) si en el recipiente hay agua tibia y se calienta poco a poco.

A menudo, es la oposición entre contraste e inmutabilidad la que confiere significado a muchos modelos. Tanto la inmutabilidad como el cambio repentino suelen adormecer los sentidos, templando la sensación de peligro en las mentes que sólo se alarman ante contrastes intensos. Si un individuo o nación contemplan el futuro en términos de un año y el pasado en términos de una única vida humana, acaban desdibujando gran número de patrones. En el contexto de la relación entre la especie humana y el planeta, el cambio apreciable en un solo año de una única nación es realmente ínfimo. Pero al observar toda la evolución de esa relación, desde nuestra aparición en el planeta hasta el momento actual, surge inmediatamente de nuestro pasado más reciente el nítido contraste que señala la gravedad del cambio al que debemos responder cuanto antes.

Otro de los factores limitadores es el de nuestra perspectiva espacial. Siempre conviene situarse a cierta distancia del patrón que se pretende analizar, sobre todo cuando éste es amplio. Y esto resulta particularmente difícil si nos encontramos en medio. Como dijo Ralph Waldo Emerson: "El campo no se ve bien desde el campo»; y según el tópico, «los árboles impiden ver el bosque"

Artistas de las antiguas civilizaciones del Perú trazaron enormes figuras en el suelo que sólo hemos podido distinguir desde el aire. Pero, dado ue no disponían de aviones, ¿cómo pudieron trazarlas? Dejando a un lado explicaciones un tanto desmedidas, creo que todo cuanto estos artistas necesitaron fue ser lo bastante imaginativos para modificar su perspectiva y distanciarse mentalmente de su situación real. Aprendamos de ellos y comprenderemos lo que le ocurre a la Tierra y lo que nos ocurre a nosotros.
Hace siglos, a los que pensaban que la Tierra era plana les bastaba con señalar al horizonte desde dondequiera que estuviesen para reafirmarse en su—limitada—convicción. Todo el que pusiera en duda esa convicción generalizada debía.trascender de algún modo sus limitaciones geográficas para poder imaginar un modelo global más extenso del que sus sentidos percibían directamente. Hoy en día nos enfrentamos a un desafío análogo: comprender qué le estamos haciendo a la Tierra. Aun cuando el patrón de nuestra relación con el entorno ha cambiado profundamente, mucha gente sigue sin percibir el nuevo patrón, en parte porque su carácter global contrasta con nuestra limitada perspectiva tempoespacial. Los sonidos e imágenes de este cambio están demasiado dispersos para nuestro radio de conciencia. La única forma de llegar a comprenderlo consiste en imaginarlo desde una perspectiva nueva y distanciada, no muy distinta de la que requirió pasar de una concepción plana del planeta a otra esférica.

Especialistas en técnicas de la imagen estudiaron en cierta ocasión la cantidad mínima de información visual necesaria en un mosaico para que su patrón gráfico resultara reconocible. Para ello escogieron un retrato de Abraham Lincoln y fragmentaron por ordenador la información visual, adaptándola a un simple esquema de cuadrículas. Cada cuadrícula contenía el tono de gris correspondiente a la intensidad media de luz presente en esa parte del retrato Partiendo de cuadrículas muy reducidas que of recían una imagen sumamente nítida de la figura original, los investigadores fueron ampliando su tamaño hasta llegar a un grupo de unas cuantas cuadrículas con distintos tonos de gris, siempre correspondientes a la luminosidad media del original contenida en cada una. Como era de esperar, el mosaico resultante parecía una suerte de damero coloreado al azar con distintos tonos de gris hasta que se observaba a cierta distancia, momento en que resurgía con nitidez la imagen de Lincoln.

Al contemplar el patrón global de la degradación ambiental nos resulta dificil en ocasiones distanciarnos lo bastante para procesar con la perspectiva necesaria la maraña de información recibida. Así, los que buscan respuestas en blanco y negro suelen concluir, ante la acumulación de grises, que no existe patrón definido. Por ejemplo, en un mapa geotérmico, lo que se ve a primera vista es un conglomerado de cuadrículas coloreadas de acuerdo con la temperatura media del área que cubren. Sin perspectiva, su

Si aquellas primeras imágenes enviadas por los astronautas en que veíamos a la Tierra flotando en una negra inmensidad nos conmovieron tanto fue precisamente porque nos la mostraban desde una perspectiva nueva, gracias a la cual la frágil y preciada belleza terrestre surgía de pronto con absoluta nitidez. Arquímedes, el inventor de la palanca, había afirmado: «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo». Nuestra capacidad para percibir pautas amplios es una herramienta aún más poderosa que la palanea pero, al igual que ésta, se vuelve más eiicaz cuanto mayor es la distancia tanto espacial como temporal que la scpara de su objeto. Los historiadores están por ello a menudo en mejores condiciones de explicar el sentido de determinada pauta de acontecimientos que los cronistas contemporáneos de esa misma pauta. ¿Como haríamos para comprender la pauta de la destrucción?.

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