A continuación se resumen seis tendencias medioambientales. Son, de hecho, conjuntos de pérdidas y deterioros concretos. Cada una de ellas se puede dividir en problemas más específicos, para objetivos políticos y de toma de decisiones. Pero la interconexión, directa y a través de ciclos biogeoquímicos, necesita ser entendida al llegar a las elecciones políticas que son ecológicamente válidas, factibles a nivel económico y aceptables en el plano sociológico (Bolin & Cook, 1983).
La pérdida de la capa superficial de la tierra por erosión
y por deterioro cualitativos debe ser considerada como un
problema planetario porque se ha extendido por todo el globo y
porque sus consecuencias afectan a las personas en todas partes
(Kovda y Rozanov, 1987; Carter y Dale, 1974). A medida que las
poblaciones humanas se han ido extendiendo, las plantas se han
ido también reduciendo. Las políticas nacionales para el uso de
la tierra. La agricultura y la conservación se han convertido,
por tanto, en materias de preocupación internacional porque ni
la pérdida de suelo ni sus consecuencias están contenidas en
los límites nacionales. Los suelos no protegidos por la
vegetación son vulnerables a la erosión del viento y del agua.
Las capas superficiales de grano fino pueden ser arrastradas por
el viento reduciendo la fertilidad en unos lugares y depositando
a veces las capas fértiles de loess en otros. Pero una gran
parte del suelo arrastrado por el aire va a parar al mar y se
pierde en el océano. La erosión por agua encenaga ríos y
lagos, cambiando sus capacidades de sostener vida, contribuyendo
a las inundaciones y creando depósitos en las presas, con lo que
pierden su capacidad de almacenamiento.
Cuando las grandes presas construidas durante el siglo XX se
llenan de cieno, ¿cuáles serán las consecuencias para las
regiones que ahora abastecen?
La capa superficial del suelo también se pierde al pavimentarla
cuando se urbaniza o cuando se construyen carreteras. También se
vuelve inservible por la contaminación de vertidos tóxicos y
cuando se destina a almacenamiento de sustancias peligrosas.
Parte de este suelo se puede recuperar, pero a menudo a muy alto
coste.
Los suelos varían enormemente en cuanto a fertilidad,
productividad y predisposición al deterioro. El agotamiento del
suelo no se produce sólo en los tiempos modernos. también ha
ocurrido en civilizaciones anteriores (Huges, 1975). La mala
conservación de la fertilidad del suelo ha sido una explicación
conjetural para la caída o el colapso de las clases sociales en
el norte de África, en el sudeste de Asia y en América Central
(Marsh, 1864: Murphy, 1951; Thomas, 1956). Muchos suelos
tropicales, expuestos al sol y al clima, se deterioran. Sobre su
superficie se forma una corteza parecida al hierro que las hace
incultivables. Los suelos que son naturalmente ácidos pueden
hacerse menos viables al aumentar la acidez debido a la
deposición atmosférica.
Los suelos también se pueden contaminar por la filtración de vertidos tóxicos y por la salinización de suelos de regadío en zonas de alta evaporación. El hundimiento del suelo causado sobre todo por la disminución del agua subterránea se ha descrito como un peligro del medio ambiente en todo el mundo (Maybury, 1986).
Se ha recurrido a la tecnología agrícola para compensar las
pérdidas producidas por la tala de bosques, el pastoreo, la
densidad y el uso de desgaste del suelo y del agua, pero se ha
recurrido a ella más a menudo para aumentar la producción y la
rentabilidad.
La aplicación a gran escala de la ciencia y de la tecnología a
la producción comercial de cosechas se ha convertido en un
fenómeno a nivel mundial. Su investigación y su desarrollo se
llevan a cabo en los países tecnológicamente avanzados; sus
aplicaciones a la Revolución Verde también se han desarrollado
en dichos países, pero sobre todo en las naciones en vías de
desarrollo del Tercer Mundo. Aunque el pensamiento convencional
ha tardado en comprenderlo, las dependencias transnacionales del
comercio internacional de la alimentación están convirtiendo la
agricultura y la capa superficial del suelo de la que depende en
una preocupación compartida por toda la humanidad.
Las aportaciones de fertilizantes artificiales. agua, herbicidas
y pesticidas de la Revolución Verde han aumentado la producción
de variedades híbridas de arroz, de maíz y de trigo, pero a
menudo a unos costes que pueden resultar inaceptables desde el
punto de vista ecológico y social (Dahlberg, 1979; Doyle, 1985).
Esta forma de agricultura, relativamente cara aunque productiva,
requiere el desembolso de un gran capital, grandes extensiones de
tierra y una gestión de la producción y una comercialización
sofisticadas. De ahí su tendencia a desplazar a los pequeños
terratenientes o a incorporarlos a sistemas colectivos.
Las diferencias sociales y económicas entre la gente tienden a acentuarse, provocando desórdenes políticos e internacionales. Además, se pueden observar cambios cualitativos debidos al uso excesivo de fertilizantes inorgánicos, herbicidas y pesticidas en la mayoría de los países agrícolas del mundo. La ciencia ha conseguido más cosechas en menos tierra, pero este proceso tiene límites.
Las amenazas a las posibilidades de vida de la capa superior de la tierra se han acentuado debido a las continuas demandas de una producción mayor. Al haber más bocas que alimentar y más cuerpos que vestir se necesita extraer más del medioambiente y, por tanto, más desperdicios vuelven a él. Las presiones económicas hacen que los productores agrícolas «exploten» la tierra, transformando sus minerales en comida y fibras. La mecanización de la agricultura reduce enormemente el número de personas necesarias para producir una cosecha y sustituye el duro trabajo de hombres y mujeres, niños y animales domésticos por tecnología química y mecánica. Pero también desplaza a la gente del mundo rural, frecuentemente forzándolos, sin intención de hacerlo, a los barrios bajos de las grandes ciudades del mundo.
La respuesta de la tierra varía enormemente ante esta
agricultura industrializada. El surgimiento de la biotecnología
molecular augura el desarrollo de plantas sin necesidad de
utilizar dosis elevadas de productos químicos, como establecía
la agricultura de la Revolución Verde. Pero esta nueva
tecnología agrícola conlleva cierto riesgo. junto con sus
beneficios, v no elimina todas las causas referentes a la
pérdida y deterioro del suelo. Lo que es más importante. sin
embargo. es que mantiene la promesa de mejorar la calidad de
vida. sobre todo en los países más pobres (Ahmed, 1988: Sasson.
1988: Wolf. 1986).
La conservación de la tierra supone gastos inmediatos para
beneficios a largo plazo. A la larga. ninguna nación puede
permitirse perder la capa superficial del suelo o la mayor parte
de ella. En un futuro próximo. algunos agricultores. granjeros.
terratenientes o inversores podrán permitirse conservarla en
beneficio de otros. En teoría. una agricultura sostenible es
posible: de hecho. en una economía de desarrollo continuo. es
improbable.
En una economía mundial interconectada. el destino de la capa superficial del suelo no puede ser considerado de forma racional como una preocupación exclusiva de cada nación. Todos los países pueden verse finalmente afectados por la interrupción de la producción de alimentos. Las naciones que no pueden alimentarse adecuadamente y su número ha aumentado dependen de los excedentes de otros Estados. Argentina, Australia, Canadá y Ios Estados Unidos han sido las fuentes más importantes de exportación de alimentos. Si la pérdida del suelo (o los cambios climáticos) redujera la producción agrícola de estos países, el efecto sobre los pueblos que dependen de ellos podría ser la escasez. La incapacidad de la tierra para sostener la ocupación humana ha provocado ya migraciones en masa de gente de zonas agotadas a tierras vecinas o al mundo industrializado. Pero las medidas paliativas no son sencillas: la pérdida del suelo y la disminución de su productividad natural están unidas a otras tendencias y no se pueden tener en cuenta de forma aislada sin considerar otros factores. Evidentemente, se deberían adoptar políticas nacionales ecológicamente informadas respecto al suelo en todas las tentativas internacionales para establecer una economía a nivel planetario sostenible. La conservación de los recursos mundiales de la capa superior de la tierra se ha convertido en un tema de política medioambiental internacional.
La disminución y la degradación del agua dulce, sobre todo del agua subterránea, es uno de esos factores que disminuyen la productividad del suelo. La cantidad, calidad y disponibilidad de agua dulce se ven afectadas por factores geofísicos, por la demanda humana y por la tecnología (Chorley, 1969); Powlwdge, 1982). Los impactos humanos sobre las fuentes de agua dulce han sido cada vez más peligrosos a medida que la demanda ha ido aumentando y que la tecnología para los trasvases entre ríos, para la perforación de pozos profundos y para el riego mediante sistemas mecánicos ha progresado.
Las consecuencias de la disminución y de la degradación del agua dulce repercuten en todos los niveles de la sociedad y del gobierno (Barberis. 1981; Caponera, 1980; Cano, 1975; Matthews, 1984: Teclaff y Utton, 1981). Durante muchos años ha sido un problema localizado, pero ahora ha tomado dimensiones mundiales. Los estados situados río abajo están en desventaja natural para acceder a un agua de calidad y en cantidad deseable y dependen de las medidas internacionales para obtener un trato justo. Por ejemplo, en 1953 Siria recurrió al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para que Israel cesara de desviar las aguas del río Jordán más allá del limite de la zona desmilitarizada. Los Estados Unidos se vieron obligados a construir una planta de desalinización que costó muchos millones de dólares en la parte baja del río Colorado para suministrar un agua de calidad aceptable río abajo a México. Los Países Bajos han tenido problemas con sus vecinos situados río arriba con la contaminación del Rhin. En 1983. en Rotterdam, organizaciones no gubernamentales crearon un Tribunal Internacional del Agua para tratar los problemas de contaminación del Rhin y las dificultades para obtener la conformidad mediante acuerdos internacionales. El catastrófico vertido químico procedente de la Planta Sandoz en Suiza en 1986 dramatizó una situación intolerable Wright. 1986).
Muchos de los principales ríos del mundo forman o cruzan fronteras internacionales Para gestionar el uso y la distribución de esas aguas se han establecido numerosos acuerdos internacionales (más de 200) y acuerdos institucionales; la aplicación de los acuerdos es otro tema (Caponera, 1980; Cano, 1975; Matthews, 1984). En 1966 la Asociación de Derecho Internacional reunida en Helsinki adoptó las llamadas Reglas de Helsinki sobre los usos de los ríos internacionales. Desde 1967 un Comité de Derecho Internacional para los Recursos Acuíferos de la dicha Asociación ha estudiado un gran número de problemas de agua internacionales y ha recomendado bases legales para posibles soluciones (Asociación de Derecho Internacional 1980/1983). Paralelamente a esos esfuerzos generalizados, los problemas medioambientales han conducido a la elaboración del Tratado Norteamericano del Límite de las Aguas de 1909 por los Acuerdos sobre la Calidad del Agua de los Grandes Lagos de 1972, 1978 y el Protocolo de 1987. Pero, por supuesto, los gobiernos prometen mejor que cumplen.
Los trasvases de agubF la discusión empezó al coger agua de los Grandes Lagos para permitir seguir regando los cultivos y para controlar los niveles de agua. En verano de 1988 el gobernador de Illinois y varios congresistas de los Estados Unidos solicitaron un aumento del desvío autorizado de las aguas de los Grandes Lagos para aumentar el caudal del río Mississippi, que entonces registraba un nivel muy bajo. Pero los proyectos sobre los Grandes Lagos deben tener en cuenta que la jurisdicción sobre los Lagos se reparte entre los Estados Unidos y Canadá. Cualquier trasvase que afecte la cantidad o la calidad de las aguas de los Grandes Lagos necesitaría un consenso bilateral entre ambos países y podría ser contrario a los Acuerdos sobre la Calidad del Agua de los Grandes Lagos, de 1978 y 1987 (Caldwell, 1987). Del mismo modo, la propuesta de la Alianza Norteamericana sobre Agua y Energía (NAWAPA) en la década de los años cincuenta de construir una amplia red de tuberías para sacar agua de las Montañas Rocosas Canadienses y distribuirla por grandes zonas de los Estados Unidos se convirtió en un problema de dos naciones que no contó con el apoyo de Canadá.
En la Unión Soviética, las propuestas para invertir el flujo de varios grandes ríos siberianos con el fin de abastecer de agua a Asia Central parecen no haber tenido éxito, debido al coste económico y a las posibles consecuencias ecológicas, incluyendo cambios en el Océano Ártico. En América del Sur, el coste y las consecuencias ecológicas parecen haber diluido una propuesta para desviar agua del Amazonas a la región del Chaco de Bolivia y Paraguay.
Lo que estos y otros proyectos de traspase masivo de agua parecen demostrar es que los seres humanos a menudo son ambiciosos y que utilizan el agua sin control. A veces puede haber razones justificables desde el punto de vista ecológico y económico para el trasvase de zonas con gran abundancia de agua a zonas deficitarias de agua dulce para lograr su potencial de desarrollo óptimo. Pero las principales razones de los trasvases propuestos es compensar el uso excesivo, abastecer de nuevo las fuentes agotadas, cubrir las demandas del crecimiento de población estimulado políticamente y beneficiar a los políticos y a los promotores.
La protección del agua subterránea se ha convertido en una
preocupación medioambiental importante en muchas partes del
mundo (Bowen, 1986; Cano, 1980; Raghunath, 1987; Van Der Leeden,
1987). El agotamiento del agua subterránea y sus efectos
asociados imponen costes económicos y sociales. Cuando las
fuentes de la superficie de la tierra se secan, dejan de
alimentar a los ríos cuyo caudal disminuye y la vida animal y
vegetal que dependen del agua se ve afectada negativamente. Los
humanos y sus animales domésticos quedan privados de las fuentes
de agua disponibles de inmediato, fuentes que deben ser
proporcionadas bien perforando pozos más profundos, bien
importándola a través de sistemas de riego. En ambos casos hay
costes económicos.
Dependiendo de las formaciones rocosas del subsuelo, la
disminución del agua subterránea puede ir acompañada de una
pérdida de la calidad del agua y de un hundimiento de la
superficie. Los acuíferos, antes dulces, pueden volverse
salobres cuando la presión del agua disminuye debido a un bombeo
excesivo y el agua salina adyacente sometida a una mayor presión
penetra.
La calidad del agua subterránea y del agua de la superficie
también se ve afectada por la contaminación química resultante
del vertido directo o de la filtración de sustancias tóxicas.
En Europa central y en el Este de Norteamérica las provisiones
de agua se han contaminado en muchos lugares, necesitando fuentes
alternativas costosas.
Como se ha indicado anteriormente, la agricultura de regadío en
regiones semiáridas con frecuencia tiene como resultado la
salinización y otra contaminación química (por ejemplo,
selenio) de la capa superficial del suelo por ósmosis desde
abajo y de los flujos que retornan de los campos irrigados
canalizados en los sistemas de drenaje y de ahí a los ríos. Las
grandes dosis de fertilizantes, pesticidas y herbicidas
artificiales en la tierra contaminan del mismo modo el suelo y el
agua y fluyen a los ríos y a los lagos donde pueden ser
absorbidos en la cadena alimentaria acuática que acaba en el
hombre.
El agua dulce es fundamental para la salud y la supervivencia del hombre y el agua degradada y contaminada es una causa importante de enfermedad y de compromiso económico. Obtener un suministro adecuado de agua es sólo parte del remedio. Proteger la calidad del agua puede ser el mayor problema. La ingeniería puede proporcionar agua, pero se necesitan estilos de vida y conductas higiénicos y de conservación para protegerla. La adopción por la Asamblea General de Naciones Unidas de una Década Internacional de Provisión edF todos en 1990» pone de manifiesto que el problema es mundial y de preocupación política. Lograr este objetivo sería extraordinario teniendo en cuenta los cambios políticos, económicos y de conducta que se necesitan. El éxito está comprometido por la creencia de que la ingeniería sanitaria puede resolver el problema, mientras que una solución tecnológica sola sería insuficiente. El comportamiento humano es la base de los problemas del agua potable y cualquier solución definitiva debe tratar sus aspectos sociales y económicos, así como sus dimensiones físicas.
La contaminación del aire, del agua, del suelo y de los seres vivos por agentes químicos y radiactivos es una tercera tendencia identificada ya como amenaza transnacional a la calidad del medio ambiente. Esta tendencia intensificó su ámbito y su magnitud después de 1950 y se convirtió rápidamente en un fenómeno "multi-media" sin tener en cuenta dónde se originó la contaminación. La volatilidad y la solubilidad de los componentes químicos facilita su movimiento de un medio a otro; del punto de emisión al aire, del aire a la tierra y al agua, de la tierra y el agua al aire y a la vegetación y a las cadenas alimentarias de los animales y, finalmente, a la ingestión o inhalación por los humanos.
La salud de los humanos, de los animales y las plantas, incluidos los microorganismos marinos, son asuntos principales en el envenenamiento de la biosfera. Pero también hay daños para el entorno inanimado de los artefactos humanos: edificios, estatuas, metales y tejidos (especialmente el papel). La contaminación del aire en la Acrópolis de Atenas se ha vuelto tan intensa que las cariátides de la fachada del Erecteion, que han sobrevivido a los elementos naturales durante 2000 años, han sido trasladadas a un museo y sustituidas por copias. Las estatuas de las fachadas de las grandes iglesias medievales de Europa han sufrido un deterioro prematuro y necesitan ser restauradas.
La radiación radiactiva y electromagnética a niveles superiores a los naturales también se puede considerar un contaminante medioambiental desde la perspectiva humana. Hay efectos no intencionados del ingenio tecnológico humano que han producido beneficios a los que los humanos no están dispuestos a renunciar. El incidente de Chernobyl en 1987 subrayó la dimensión transnacional de los peligros de la radiación atómica, que ya había sido reconocida por la diplomacia internacional, por la ley y por los acuerdos institucionales.
El Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares Parciales de Naciones Unidas (1963), al que se adhirieron 110 naciones reconocía la incapacidad de toda nación para controlar la lluvia radiactiva en la atmósfera. Transportados por corrientes de aire, los residuos atómicos podrían envolver el planeta.
El evidente carácter transnacional de la contaminación atmosférica condujo a la negociación de la Convención sobre Contaminación del Aire Transfronteriza de Largo Alcance (1979) y de tratados para proteger la capa de ozono atmosférico (Viena, 1986 y Montreal, 1987). En 1986 tras el accidente nuclear de Chernobyl, se negociaron dos tratados relativos a la notificación y a la asistencia de la Agencia de Energía Atómica Internacional en caso de accidente nuclear (Adede, 1987). Hay que ser profeta para predecir que estos acuerdos son los primeros pasos crecientes hacia un sistema más global de protección atmosférica (Flinterman, 1986). La Convención de Naciones Unidas sobre la Ley del Mar puede proporcionar un modelo para un código de ley internacional consolidado para la atmósfera. Dirigiéndose a la Asamblea General de Naciones Unidas el 19 de octubre de 1987, Tom McMillan, ministro canadiense del medio ambiente declaró que «la atmósfera de la Tierra, así como sus mares, es un terreno comunal global.
Al final, los problemas atmosféricos graves deben ser tratados a través de una ley internacional -una Ley del Aire- (MacMillan, 1987). Los efectos adversos del anhídrido sulfuroso, de los óxidos nitrosos y de otros gases emitidos por las actividades industriales modernas han aumentado el problema de la lluvia ácida. De preocupación menos inmediata, pero más importante, un incremento de la concentración de anhídrido carbónico en la atmósfera amenaza con un calentamiento global por efecto "invernadero". Las medidas protectoras contra estos peligros se han evitado a corto plazo por poderosas razones económicas, pero parece segura una acción internacional en un futuro relativamente próximo.La contaminación por materias tóxicas y peligrosas se ha convertido en un problema internacional importante. Los incidentes internacionales son corrientes. El vertido en 1986 de productos químicos tóxicos de la planta Sandoz en el Rhin es un fF numerosos. La contaminación crónica del río Niágara y del lago Ontario por el vertido de residuos químicos cerca de Búfalo, Nueva York, afecta a las aguas de los dos países, Canadá y los Estados Unidos. El transporte de materias peligrosas se ha convertido en un tema crítico de preocupación intergubernamental en América del Norte y en Europa.
Más localizadas son las paredes y los techos de las estructuras construidas por el hombre que no consiguen proporcionar una protección fiable contra la contaminación química y radiactiva. Algunos materiales de edificios han incorporado involuntariamente algunos elementos radiactivos y volátiles y en casas construidas en lugares contaminados han penetrado emisiones de uranio y de gas radón. La existencia de este tipo de contaminación es excepcional, pero la contaminación de la atmósfera interior producida por el humo de los cigarrillos es habitual y sólo recientemente se ha considerado como una forma de contaminación del medio ambiente.
En varios países se han promulgado leyes para restringir la consumición de tabaco en lugares públicos. El dejar de fumar cigarrillos supondría un importante avance para la salud del medio ambiente. Lamentablemente, existen grandes obstáculos económicos y de conducta para conseguir este objetivo. También hay una dificultad conceptual porque mucha gente, que no entiende las relaciones medioambientales, entiende la contaminación como algo externo a su propia conducta. Pueden pedir insistentemente a los gobiernos que prohiban la contaminación de los humos de las chimeneas, pero se oponen a que restrinjan sus hábitos personales. El tabaco es, por supuesto, un artículo de comercio exterior, de ingresos por tasas y en algunas regiones produce una gran cantidad de dinero. La ciencia y la medicina clínica han confirmado los efectos nocivos para la salud del tabaco y, con el tiempo, superarán sin duda el hábito y la rentabilidad industrial. Para algunas personas, los costes sociales y físicos de esta forma de contaminación están empezando a exceder los límites de la tolerancia.
Una forma de contaminación del aire y del agua menos reconocida, la materia en suspensión, sobre todo el polvo, ha alcanzado proporciones a nivel planetario. Este fenómeno no es nuevo, pero la actividad humana lo ha aumentado enormemente sobre todo el cultivo agrícola, el pastoreo excesivo y la urbanización. La desertización aumenta la incidencia de partículas en el aire. En Norteamérica se ha informado de depósitos medibles de polvo del Sahara y, en Japón, del desierto de Gobi (Pewe, 1981). El polvo atmosférico, atribuible quizá a una mala práctica agrícola, puede explicar la presencia y la expansión del desierto en Rajastán y Pakistán en el sur de Asia (Bryson, 1971). El desastre socio-ecológico-económico de la «bola de polvo» de 1930 en Norteamérica fue en gran parte consecuencia de un error agrícola exacerbado por la sequía. El polvo atmosférico de los volcanes ha envuelto el globo y la ceniza caída ha asfixiado la biota en áreas localizadas pero estos hechos son relativamente poco frecuentes, mientras que el polvo resultante de la actividad humana se ha vuelto continuo.
Las corrientes pueden llevar una carga de agentes contaminantes adheridas a los sedimentos que, cuando son excesivos, pueden afectar negativamente a la vida acuática. Los contaminantes químicos, que hay a menudo en el aire se depositan sobre la superficie de la tierra y del agua y se acumulan en los sedimentos del fondo de los lagos, de las bahías y de los estuarios, convirtiéndose éstos en fuentes crónicas de contaminación latente o activa. Las fuentes de contaminación se pueden identificar y contener; en la agricultura, son muy difíciles de controlar.
La complejidad del problema de la contaminación impide
cualquier solución simple.
Las sustancias pueden ser tóxicas de distintas maneras, en
distintos grados y bajo circunstancias concretas. El análisis de
los riesgos relativos y de los métodos de desarrollo y control
alternativos de sustitutos para los productos tóxicos son ahora
elementos esenciales de política nacional; las realidades
globales convierten la contaminación medioambiental en un
problema importante para todas las naciones. La eliminación de
los componentes tóxicos puede ser el único método de
protección viable.
El descubrimiento de sustitutos no tóxicos es un gran reto para
la ciencia. La destrucción de vegetación por desforestación
comprende todas las tendencias medioambientales negativas
anteriormente descritas y, además, está causada por la guerra
química (Westing, 1984). Es una causa importante de la erosión
y la degradación de la capa superficial del suelo, del trastorno
del caudal de los ríos y de los niveles de agua subterránea, de
la sedimentación de ríos y lagos y de la pérdida del hábitat
de la fauna. Los bosques y los campos también son víctimas
involuntarias de la contaminación química. La «muerte» de
bosques en Europa Central se atribuye a una grave contaminación
del aire. Algunos gobiernos han utilizado la destrucción
química de vegetación en su «guerra» contra el narcotráfico.
La destrucción acelerada de las selvas tropicales, sobre todo
las de América del Sur, las de África Central y las del Sudeste
Asiático han despertado una preocupación mundial entre la gente
informada que tiene relativamente poco poder para detener este
horrendo ecocidio al que conduce la ambición política, el
crecimiento explosivo de la población y la demanda excesiva
debida a la expansión maderera y agrícola.
Ahora se están realizando esfuerzos tanto públicos como
privados para conservar estos ecosistemas de selvas tropicales,
pero las fuerzas demográficas y económicas que empujan a las
políticas nacionales y a la inversión y el comercio
internacional a la desforestación son muy difíciles de detener.
Si se desviara un pequeño porcentaje de los gastos de armamento
mundiales a este fin, las perspectivas de éxito se podrían
mejorar enormemente. Los esfuerzos de varias organizaciones no
gubernamentales para comprar las deudas exteriores de países en
vías de desarrollo a cambio de acuerdos para conservar los
bosques alientan la esperanza de retrasar la desforestación y de
conservar el medio ambiente.
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