El contexto en el que la gente percibe los acontecimientos tiene mucho que ver con el modo en que los interpreta. Más aún, su período de atención puede ser demasiado reducido o selectivo para incluir el conocimiento de muchos acontecimientos o tendencias que se producen en su entorno. La información es un factor importante a la hora de determinar lo que la gente se y lo que entiende. Pero la información puede ser errónea, incompleta y, si es contraria a las creencias o a las esperanzas mantenidas, puede ser rechazada. Los criterios para la evaluación pueden diferir entre los observadores, dando lugar a distintas valoraciones de la importancia o del significado de los acontecimientos (Buttel y Larson, 1980).
Los esfuerzos del movimiento medioambiental para influir en la elección política se ven obstaculizados por las diferentes interpretaciones del problema del medio ambiente. Esas diferencias dan lugar a diferentes conclusiones de cómo el problema debería ser tratado. Se pueden identificar al menos tres niveles de percepción y de interpretación aunque por supuesto para mucha gente estos niveles se integran. Bien entendido, cada nivel representa una interpretación válida, aunque limitada, del predicamento medioambiental humano. Existen diferentes niveles de percepción y de interpretación. Estos esquemas ayudan a clarificar las implicaciones de las diferentes perspectivas sociales sobre los problemas medioambientales. No deberían ser tomados como modelos de una realidad más compleja.
Las percepciones del Nivel 1 interpretan los deterioros medioambientales como fenómenos muy aislados, fortuitos pero inevitables en el curso de la vida. Los trastornos medioambientales se ven como accidentes, errores de cálculo o consecuencias de la ignorancia, la indiferencia, la irresponsabilidad o la negligencia humanas. Las implicaciones políticas son relativamente escasas y de poca importancia. Incluyen la advertencia, la educación, el adoctrinamiento y unas cuentas sanciones legales, como las leyes que prohiben tirar basuras, la prohibición de causar molestias en la vía pública (fuegos al aire libre, ruidos u olores molestos). La política en el Nivel 1 es esencialmente cosmética. Su preocupación consiste en campañas de limpieza y de pintura, plantación de árboles, construcción y mejora de calles públicas y de parques y hacer cumplir las ordenanzas sanitarias municipales. Estas acciones son amplia y tradicionalmente aceptadas y son secundarias para el movimiento de defensa del medio ambiente.
Las percepciones del Nivel 2 ven del mismo modo los problemas medioambientales, generalmente involuntarios, pero causados por una organización y una gestión inadecuadas de los asuntos económicos y públicos sobre todo con relación a la tecnología. La intervención gubernamental para prohibir los comportamientos que deterioren el entorno, para disminuir los vertidos al medio ambiente, para controlar la emisión de los automóviles y para regular el uso de la tierra identifica este nivel de percepción y de interpretación. Este es el nivel al que se desarrolla y se aplica la mayor parte de la política sobre medio ambiente a nivel gubernamental e intergubernamental. Las resoluciones medioambientales de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano, las declaraciones del Parlamento europeo y del Consejo de Europa, las directrices acerca del medio ambiente de la Comisión de la Comunidad Europea y los estatutos sobre medio ambiente de la mayoría de los gobiernos modernos lo ilustran. Los tratados internacionales y los acuerdos comparables están en gran parte en este nivel de percepción, como por ejemplo, las convenciones para la prevención de la contaminación del mar por petróleo, para la prohibición del comercio internacional de especies en peligro y para la regulación del transporte de materias peligrosas. En este nivel, el objetivo es rectificar el comportamiento sin intentar alterar los acuerdos económicos o institucionales actuales. . En el Nivel 3 se alcanza un punto común entre las interpretaciones convencionales y radicales del abandono medioambiental, de sus causas y remedios. Radical, en este contexto. no implica el habitual posicionamiento de centro-izquierda. Aquí, «radical» implica un esfuerzo para descubrir las raíces de la degradación y trata de remediar las causas básicas. Este nivel marca la mayor división dentro del movimiento acerca del medio ambiente entre los que creen que la acción suficiente para lograr condiciones medioambientales sostenibles es posible dentro del orden tecnológico socio-económico actual (socialista y capitalista), y los que identifican ese mismo orden con la causa del deterioro de las condiciones referentes al medio ambiente. La percepción en el Nivel 3 tiene en cuenta el desgaste de la calidad del medio ambiente y la degradación de la biosfera como inherentes a las suposiciones, objetivos y valores de la sociedad tecnológica moderna y a sus prioridades económicas. Las medidas correctivas intentadas por los conservadores y los preservadores, desde la perspectiva de «ecología profunda» se ven como superficiales y contemporizadas, que al final serán aplastadas por las presiones combinadas del crecimiento de la población, por el desarrollo económico indiscriminado y por el determinismo tecnológico.
El carácter sistémico del problema es el denominador común de varias interpretaciones del Nivel 3 sobre el compromiso de la humanidad sobre el medio ambiente. Dentro del movimiento medioambiental hay un mayor acuerdo en cuanto a que el orden industrial-tecno-económico moderno degrada el medio ambiente que sobre qué tipo de sistema debería sustituirlo. Las opiniones varían enormemente, desde soluciones anarquistas a soluciones autoritarias. Algunas opiniones piden un orden político mundial (Falk, 1971). Otros ven la política medioambiental como una redistribución mundial igualitaria de la riqueza, la tecnología y el poder político (Myers, 1985). Otros perciben como última posibilidad un sistema mundial autoritario de «gobiernos de hierro» que compense la incapacidad de la gente, sin ayuda, para evitar la degradación de su entorno (Heilbronner. 1 980). Desde un punto de vista más pragmático y conservador, el remedio se busca en la adaptación e innovación progresivas de los acuerdos institucionales. El enfoque preferido del problema es, desde esta perspectiva, un acuerdo fiexible, abierto, que abarque la actual diversidad de naciones preparadas para tratar los problemas relativos al medio ambiente y que las introduzca progresivamente en un sistema transnacional mundial para objetivos críticos concretos (Dorfman, 1987). , En el Nivel 3 aparece el aspecto ecología profunda del movimiento medioambiental. Una perspectiva de ecología profunda no se explica a sí misma y no se somete a una definición precisa (Naess, 1973; Devall & Sessions, 1985; Sessions, 1987). No todos los que profesan la ecología profunda están de acuerdo con sus implicaciones, aunque la mayoría estaría de acuerdo, como premisa principal, en que las interpretaciones convencionales de las relaciones entre el hombre y la naturaleza son erróneamente antropocéntricas e inconsecuentes con el orden natural de la biosfera. En resumen, la sociedad moderna ha tomado un camino equivocado, destinado a provocar la destrucción del sistema planetario sostenedor de vida, la desintegración de la biosfera y la consiguiente degradación o extinción de la humanidad.
La valoración apocalíptica de las tendencias de la sociedad moderna es moralista tanto en su carácter como en su contenido. Recurre a los descubrimientos y a la teoría científica, pero su base es más religiosa que científica. Por eso los partidarios de la ecología profunda no están de acuerdo con relación a la ortodoxia religiosa. Para algunos, las raíces de nuestras crisis relativas al medio ambiente yacen en ciertas tendencias dominantes de la teología judeo-cristiana (Lynn White, Jr., 1967). Se recurre al consejo bíblico de ser productivo, multiplicarse y dominar toda cosa viviente para legitimar la arrogancia del hombre hacia la naturaleza y la separación del hombre de la biosfera de nuestro planeta.
Muchos ecologistas profundos consideran las relaciones hombre-medio ambiente, tal y como se conciben en las tradiciones religiosas predominantes ven el sur y en el este de Asia y en partes de la América precolombina, más congruentes con el verdadero estado de la humanidad en la biosfera.
Entre los más convencidos de la moral imperativa de la ecología profunda algunos ven la necesidad de una nueva religión, congruente con los descubrimientos cósmicos y evolutivos de la ciencia. Esta última expresión de la ecología profunda sitúa al hombre entre otras especies evolucionadas, ocupando el planeta como habitante y, debido a una inteligencia superior, como vigilante responsable, pero no como dueño o amo.
Una perspectiva menos radical contempla la religión cristiana y el ecumenismo religioso evolucionando de las tradiciones franciscanas o cistercienses hacia una relación ecológicamente sensible entre el hombre y el resto de la naturaleza. El hombre ya no está fuera de la naturaleza, sino que carga con la responsabilidad de la adminbF del hombre de los principios que gobiernan el mundo natural hacen de la sabiduría y de la prudencla una condlclón para su aplicación racional a las oportunidades inherentes a la biosfera.
Esta preocupación por la reunificación del hombre con la naturaleza dentro de la tradición religiosa ha encontrado una expresión ecuménica en el movimiento Nueva Alianza, iniciado en Asís, Italia, con ocasión del 25 aniversario del Fondo para la Fauna Mundial de la Naturaleza (WWF 1986/1987). Asistieron representantes de las religiones más importantes del mundo y crearon una Asociación Internacional sobre Conservación v Religión bajo el patrocinio del WWF. No se espera una súbita transformación de las teologías tradicionales, pero los líderes de la Nueva Alianza pueden trabajar progresivamente para reorientar las perspectivas religiosas. Más allá de este esfuerzo interfe, han surgido varias formas de neo-paganismo que no deberían ser consideradas como culto a la naturaleza en sentido primitivo, sino como sofisticados esfuerzos para desarrollar una ética de respeto a la biosfera. La religión natural (no dependiente de explicaciones sobrenaturales) es ya incipiente en nuestro mundo cambiante Dubos, 1982; Toulmin, 1982; Webb, 1915). Si alcanzara una amplia aceptación entre la gente seria, el proyecto humano para una relación más nacional y armoniosa del hombre con la Tierra podría perfeccionarse.
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