En estos momentos, diversos países llevan a cabo importantes desarrollos en cuanto a equipamientos energéticos nucleares, como es el caso no sólo de las naciones del área socialista, sino también de muchas occidentales: el Japón, con once reactores en avanzada fase de instalación, Bélgica, Suecia y, sobre todo, Francia, donde, no obstante las declaraciones del actual partido en el poder con ocasión de la campaña electoral, el Gobierno ha acordado desbloquear el programa nuclear sobre la base de seis reactores para los que se han aprobado cinco emplazamientos .
A pesar de todo puede apreciarse un cierto enfriamiento generalizado de la euforia nuclear de pasadas décadas . Aunque los programas iniciados se vayan completando, es lo cierto que nuevas iniciativas no encuentran suficiente entusiasmo, lo que trasciende a la disminución de la cartera de pedidos de las empresas nucleares e incluso a la cancelación de encargos, prediciéndose que dentro de los años 90 esta industria conocerá serias dificultades.
Efectivamente se constata, aunque quizá en estos momentos
con menor intensidad debido a la crisis económica, que la
aceptación pública y política de la energía nuclear ha caído
en descrédito.
Conviene, por tanto, reflexionar sobre la justificación o no de
esta actitud sobre la base del análisis de factores
determinantes, susceptibles de objetiva consideración.
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