Se han producido avances notables en la seguridad de la producción de la energía nuclear. Sin embargo, la tecnología utilizada para producir este tipo de energía ha dado lugar a conflictos graves en muchos países... Puesto que las condiciones nacionales de abastecimiento y consumo de energía difieren en los países de Europa Occidental, el papel de la producción de energía nuclear puede variar de un país a otros. En algunos la producción de energía puede no ser necesaria, mientras que en otros los sindicatos quieren desarrollar la energía nuclear para evitar estrangulamientos energéticos .
Este tipo de razonamientos, que realizan una evaluación de
las ventajas e inconvenientes de la energía nuclear, es, sin
embargo, rigurosamente inusual en relación con la problemática
que ahora nos ocupa. Aquí lo predominante es la apología o la
detracción, las profecías del progreso o del catastrofismo, los
abogados defensores y los fiscales. La vehemencia inflama los
corazones y hace esfumarse la objetividad del juicio. Normalmente
se parte de previas concepciones, sólidamente apriorísticas,
que se pretende justificar a posteriori desde el ángulo
adoptado, negándose en bloque la solvencia de los razonamientos
que sustentan las propuestas diametralmente enfrentadas. Este
tipo de diálogo de sordos hace que los diversos soliloquios no
lleguen a encontrarse, con lo que cada uno de los oponentes es
capaz de convencer al contrario , o más bien de hacerse oír por
él.
Los mismos científicos parecen afectados por el particular clima
emocional que envuelve e impregna la controversia nuclear.
Cualificados investigadores, como los que integran la
"Unión of Concerned Scientists", se pronuncian
decididamente en contra de la utilización generalizada de este
tipo de energía, mientras que otros especialistas, entre los que
se cuentan también premios Nobel y relevantes autoridades
mundiales, confían plenamente en esta modalidad energética y no
ven en ella la única salida posible para la humanidad.
Por vías de autoridad científica parece que no es posible
encontrar una solución fiable a este importante dilema, aunque
sí cabría esperar que determinados acontecimientos ayudasen a
su clarificación. Tal sería el caso del aparatoso accidente que
afectó al funcionamiento de la central nuclear norteamericana de
Harrisbourg, en Three Mile Island, en marzo de 1979. Este
acontecimiento ha sido explotado en sentido diametralmente
opuesto por los valedores o detractores de la energía nuclear,
viendo en el bien la prueba definitiva de la seguridad de los
procesos que han operado sin daños ni víctimas aun en las más
adversas y extremas condiciones, bien la constatación
inequívoca de la peligrosidad de los sistemas operativos para
los que los mecanismos de control y seguridad resultan
inadecuados y cuyos fallos colocaron a los habitantes del entorno
en el umbral de una catástrofe sin precedentes.
Ni siquiera los pronunciamientos de la Comisión oficial
designada para investigar estos sucesos se han interpretado de
forma unívoca . Para los representantes de la industria nuclear,
las recomendaciones se inscribirían en la línea de la
continuidad, pero con mayores precauciones, mientras que sus
contrarios estiman que en manera alguna esta Comisión dio luz
verde al proceso ulterior de la energía nuclear .
Es curiosa la interpretación oficial del accidente de
Harrisbourg en los medios soviéticos. Alexandrov, Presidente de
la Academia Soviética de Ciencias, como es sabido una de las
más preeminentes organizaciones científicas del mundo y la más
importante sin duda en efectivos humanos y medios materiales,
estimó que la cobertura periodística de este accidente exageró
unos resultados sólo ligeramente insatisfactorios, continuando
con ello la campaña que se venía orquestando contra la energía
nuclear por incitación de los monopolios petroleros.
Estas últimas reflexiones nos llevan de la mano a reafirmar el
carácter parcialmente supraxiológico de los posicionamientos en
torno a la energía que flotan sobre las ideologías hoy
explícitamente asumidas. Los países socialistas son en estos
momentos los más enérgicos valedores de la utilización de
estos procesos como fuente de energía, lo que demuestra el
elevado número de instalaciones en marcha y la fabulosa cifra de
120.000 megawatios que aquí se maneja . Por su parte, las
naciones occidentales son la palestra de la más viva oposición
nuclear. A su vez, dentro de este área, países como Suecia, con
grandes recursos energéticos de otra índole y gran tradición
naturista, se han pronunciado en referéndum a favor de la
continuación de los programas en curso, lo que es el caso
también de California, cuna del movimiento ecologista mundial,
mientras que Austria, en muy distintas condiciones, ha acordado
paralizar la puesta en funcionamiento de una central totalmente
equipada.
Creemos, como se ha expuesto ya en otro lugar, que la
problemática aquí apuntada carece de explicación plenamente
satisfactoria por vía de discurso intelectivo y hay una confusa
e imprecisa sensación de que la oposición está animada
profunda y misteriosamente por la inquietud de un cambio
civilizatorio cuyas características y proyecciones se nos
escapan, lo que suscita una enérgica resistencia a estos
trastrocadores planteamientos del vigente orden de valores.
Según se ha apuntado recientemente, "el colapso de la
energía nuclear que ahora presenciamos es debido, al menos en
gran parte, y quizá en su totalidad, a un cambio en los valores
básicos de la clase media que gobierna la opulenta sociedad
occidental".
Pero, desgraciadamente, cuando se trata de sugerir pautas para
ordenar el comportamiento social o de interpretar la realidad
socio-política, no se puede brindar a un sol de revoluciones
pendientes. La complejidad de los fenómenos aquí abordados y
sus posibles motivaciones intrínsecas no es suficiente para
adoptar aptitudes asépticamente neutrales, que básicamente
escamotearían cualquier solución.
La problemática planteada aquí, y ahora, exige respuestas, decisiones que no pueden demorarse hasta que arriben, si es que llegan, hipotéticos cambios. Para ello, y sin perjuicio de que por otras vías se cargue de otros contenidos la sensibilidad política de las clases dirigentes, deben sintetizarse los términos por los que puede discurrir la lógica y la razón a través del único discurso ahora a nuestro alcance.
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