EL PAPEL DE LOS CIENTIFICOS

La ciencia como conocimiento y método debería diferenciarse del papel de los científicos individuales en la política medioambiental. Volvamos ahora a la influencia de la ciencia; el caso de la ecología demuestra que puede salirse del campo estrictamente científico. Aquí, el papel de los científicos exige algunos comentarios. La controversia entre los científicos sobre la validez y fiabilidad de la ciencia medioambiental o ecología es hasta cierto punto otra versión de la controversia sobre las respectivas cualidades de "puro" o "básico" contrastada con la llamada ciencia «aplicada». En 1980, en los Estados Unidos, en la Academia Nacional de las Ciencias se detectó una reacción contra el desarrollo de la ciencia medioambiental cuando las recomendaciones de un comité nombrado para programar directrices para la Academia durante la siguiente década fueron rechazadas por sus miembros, favorables a un regreso hacia una visión más conservadora de la ciencia «legítima».

No es dificil ver lo mucho que el sistema de reconocimiento y de premios en las ciencias favorece la obtención de logros en las ciencias básicas y en la especialización. Los premios Nobel se conceden normalmente por descubrimientos por adiciones al fondo de conocimientos científicos de datos específicos hasta entonces desconocidos o no entendidos. También se recompensan las contribuciones al progreso de la ciencia que Implican la reestructuración de los conocimientos existentes y la identificación de relaciones hasta ese momento desapercibidas, pero los logros de este tipo son más difíciles de evaluar y con poca frecuencia atribuibles a un Individuo concreto o incluso a un solo grupo identificable. La moraleja para los científicos ambiciosos que aspiran a premios y reconocimiento es: ceñirse a los principios básicos reductores y evitar las tentaciones para hacer avanzar el conocimiento científico a través de síntesis interdisciplinares.

Hay que hacer una importante distinción entre el papel de la ciencia en el movimiento sobre el medio ambiente y los papeles de los científicos en la política medioambiental. La ciencia, entendida como hecho o teoría, recibe una influencia que es independiente de las personalidades o de las opiniones de científicos concretos. Por supuesto, hay excepciones como, por ejemplo, Newton, Darwin o Einstein en las que el científico y su trabajo son inseparables. Cuando hay un consenso general sobre la ciencia respecto a la naturaleza y a la evolución del planeta, a sus sistemas de especies vivas y a las condiciones que afectan su supervivencia, la opinión pública tiende a aceptar las generalizaciones y hace caso omiso de las grandes diferencias entre los científicos sobre los detalles. De la acumulación de descubrimientos científicos surge una comprensión popular de la Tierra y de sus ritmos que se convierte en la imagen actual de la realidad terrestre.

La ciencia, desde el punto de vista popular, ha demostrado ser una fuerza conductora involuntaria tras el movimiento sobre el medio ambiente. En parte esto es debido a que, a través de la ciencia, se revelan las relaciones causa-efecto y se proyectan las consecuencias de las tendencias en curso. Pero la comprensión popular a menudo pasa por alto las reservas y las calificaciones sobre las que los científicos insisten. Es probable que en la ciencia haya unas pocas propuestas generales con las que todos los científicos están de acuerdo. Y los científicos pueden, mucho menos que otras personas, unir sus inclinaciones o preferencias con las visiones idiosincrásicas de la realidad y la verdad (Goleman, 1987). Por tanto, prácticamente para cada política, estatuto o regulación medioambientales, habrá científicos a favor y en contra. A diferencia de los científicos, los políticos deben finalmente llegar a alguna decisión general aceptable sobre las cuestiones acerca del medio ambiente.

Algunos científicos se oponen, en principio, a que el público en general y sus representantes políticos lleguen a conclusiones o defiendan opiniones que, según ellos, deberían dejarse en manos de los hombres de ciencia. Su pretensión parece consistir en que cuando se disponga de datos suficientes, los científicos informarán al público. En ciencia todas las proposiciones están sujetas a cambios y correcciones; cualquier dato es susceptible de ser cambiado y pueden aparecer nuevos datos que anulan los supuestos anteriores. Las autoridades legislativas y judiciales tienen, sin embargo, menos tolerancia ante la indecisión y las políticas estatales requieren un mayor grado de estabilidad y de veracidad asumida del que el público de una conferencia científica consideraría razonable para una conclusión científica. Y, por eso, aunque el público cuente con la ciencia y con los científicos para que dirijan el desarrollo de políticas medioambientales, la elección política entre las propuestas científicas es más a menudo sociológica que científica.

Sin embargo, Ias decisiones sobre política sobre el medio ambiente con frecuencia dependen enormemente de pruebas científicas demostrables; por tanto la investigación es un componente necesario de la política medioambiental Los recursos para la investigación, aunque abundantes, son limitados. Por consiguiente, las inquietudes de la gente en problemas concretos que requieren una investigación científica pueden tener cierto efecto y variar las prioridades de investigación. Esto se ha dado de forma notoria en medicina y muy poco en medio ambiente. Aunque los científicos dicen a menudo que la «buena» ciencia no se puede obtener «diciendo a los científicos qué tienen que estudiar», hay claras evidencias de que el dinero y los medios para la investigación atraen el talento científico y de que donde no hay apoyo a la investigación se hace más bien poco. Las inversiones para la investigación científica han aumentado enormemente durante las últimas décadas, pero los costes de investigación en ciertos campos han crecido de manera desproporcionada; por ejemplo, en la construcción y puesta en marcha de los aceleradores atómicos para estudiar la estructura básica de la materia. en la tecnología de los laboratorios en órbita para la investigación geofisica astronómica o en la elaboración de un mapa de los genes humanos.

Los científicos deben competir por el apoyo a la investigación, no sólo de los fondos asignados a la ciencia en general, sino en nombre de la ciencia contra otras demandas crecientes en la sociedad para gastos sociales, médicos. para el desarrollo y de tipo militar. Por parte de muchos científicos la llegada de un plan medioambiental para la investigación no fue bien aceptado. Algunos lo percibian como una amenaza, al ser un competidor adicional para los limitados recursos existentes; otros denigraban la investigación sobre problemas acerca del medio ambiente al considerarla más ciencia «aplicada» que ciencia básica. Muchos especialistas científicos vieron con escepticismo el planteamiento interdisciplinar necesario para abordar muchos de los problemas medioambientales. La investigación necesaria para desarrollar un régimen de energía seguro y sostenible se frustró en parte por la reticencia de los científicos a confiar en un campo de investigación en el que forzosamente estarían incluidas las disciplinas de las ciencias sociales y del derecho.

Las metodologias dominantes en la ciencia moderna son reductoras y buscan las especializaciones. Por contraste, la investigación medioambiental. aunque posiblemente reductora en el aumento de detalles, también ha buscado integrarse ampliamente, como en la investigación de ecosistemas. Resolver los problemas del medio ambiente requiere de forma característica una sintesis de varias ciencias con la que los propios expertos pueden no ceñirse a los principios básicos reductores y evitar las tentaciones para hacer avanzar el conocimiento científico a través de síntesis interdisciplinares.

Hay que hacer una importante distinción entre el papel de la ciencia en el movimiento sobre el medio ambiente y los papeles de los científicos en la política medioambiental. La ciencia, entendida como hecho o teoría, recibe una influencia que es independiente de las personalidades o de las opiniones de científicos concretos. Por supuesto, hay excepciones como, por ejemplo, Newton, Darwin o Einstein en las que el científico y su trabajo son inseparables. Cuando hay un consenso general sobre la ciencia respecto a la naturaleza y a la evolución del planeta, a sus sistemas de especies vivas y a las condiciones que afectan su supervivencia, la opinión pública tiende a aceptar las generalizaciones y hace caso omiso de las grandes diferencias entre los científicos sobre los detalles. De la acumulación de descubrimientos científicos surge una comprensión popular de la Tierra y de sus ritmos que se convierte en la imagen actual de la realidad terrestre.

La ciencia, desde el punto de vista popular, ha demostrado ser una fuerza conductora involuntaria tras el movimiento sobre el medio ambiente. En parte esto es debido a que, a través de la ciencia, se revelan las relacioe@  `C— ðñì )48s en curso. Pero la comprensión popular a menudo pasa por alto las reservas y las calificaciones sobre las que los científicos insisten. Es probable que en la ciencia haya unas pocas propuestas generales con las que todos los científicos están de acuerdo. Y los científicos pueden, mucho menos que otras personas, unir sus inclinaciones o preferencias con las visiones idiosincrásicas de la realidad y la verdad (Goleman, 1987). Por tanto, prácticamente para cada política, estatuto o regulación medioambientales, habrá científicos a favor y en contra. A diferencia de los científicos, los políticos deben finalmente llegar a alguna decisión general aceptable sobre las cuestiones acerca del medio ambiente.

Algunos científicos se oponen, en principio, a que el público en general y sus representantes políticos lleguen a conclusiones o defiendan opiniones que, según ellos, deberían dejarse en manos de los hombres de ciencia. Su pretensión parece consistir en que cuando se disponga de datos suficientes, los científicos informarán al público. En ciencia todas las proposiciones están sujetas a cambios y correcciones; cualquier dato es susceptible de ser cambiado y pueden aparecer nuevos datos que anulan los supuestos anteriores. Las autoridades legislativas y judiciales tienen, sin embargo, menos tolerancia ante la indecisión y las políticas estatales requieren un mayor grado de estabilidad y de veracidad asumida del que el público de una conferencia científica consideraría razonable para una conclusión científica. Y, por eso, aunque el público cuente con la ciencia y con los científicos para que dirijan el desarrollo de políticas medioambientales, la elección política entre las propuestas científicas es más a menudo sociológica que científica.

Sin embargo. Ias decisiones sobre política sobre el medio ambiente con frecuencia dependen enormemente de pruebas científicas demostrables; por tanto la investigación es un componente necesario de la política medioambiental Los recursos para la investigación, aunque abundantes, son limitados. Por consiguiente, las inquietudes de la gente en problemas concretos que requieren una investigación científica pueden tener cierto efecto y variar las prioridades de investigación. Esto se ha dado de forma notoria en medicina y muy poco en medio ambiente. Aunque los científicos dicen a menudo que la «buena» ciencia no se puede obtener «diciendo a los científicos qué tienen que estudiar», hay claras evidencias de que el dinero y los medios para la investigación atraen el talento científico y de que donde no hay apoyo a la investigación se hace más bien poco. Las inversiones para la investigación científica han aumentado enormemente durante las últimas décadas, pero los costes de investigación en ciertos campos han crecido de manera desproporcionada; por ejemplo, en la construcción y puesta en marcha de los aceleradores atómicos para estudiar la estructura básica de la materia. en la tecnología de los laboratorios en órbita para la investigación geofisica astronómica o en la elaboración de un mapa de los genes humanos.

Los científicos deben competir por el apoyo a la investigación, no sólo de los fondos asignados a la ciencia en general, sino en nombre de la ciencia contra otras demandas crecientes en la sociedad para gastos sociales, médicos. para el desarrollo y de tipo militar. Por parte de muchos científicos la llegada de un plan medioambiental para la investigación no fue bien aceptado. Algunos lo percibian como una amenaza, al ser un competidor adicional para los limitados recursos existentes; otros denigraban la investigación sobre problemas acerca del medio ambiente al considerarla más ciencia «aplicada» que ciencia básica. Muchos especialistas científicos vieron con escepticismo el planteamiento interdisciplinar necesario para abordar muchos de los problemas medioambientales. La investigación necesaria para desarrollar un régimen de energía seguro y sostenible se frustró en parte por la reticencia de los científicos a confiar en un campo de investigación en el que forzosamente estarían incluidas las disciplinas de las ciencias sociales y del derecho.

Las metodologias dominantes en la ciencia moderna son reductoras y buscan las especializaciones. Por contraste, la investigación medioambiental. aunque posiblemente reductora en el aumento de detalles, también ha buscado integrarse ampliamente, como en la investigación de ecosistemas. Resolver los problemas del medio ambiente requiere de forma característica una sintesis de varias ciencias con la que los propios expertos pueden no estar siempre de acuerdo. El análisis de los impactos medioambientales de las propuestas de la política estatal ha sido descartado por algunos críticos, ya que sirve para crear «ciencia mala» - al imponerse consideraciones políticas (Schindler, 1976) . Pero los extensos e imparciales estudios de evaluación de impacto medioambiental no confirmaron las alegaciones de "ciencia mala", aunque el estado de conocimientos no siempre era adecuado a la tarea (Caldwell, 1982; Carpenter, 1976, 1983).

Además de las objeciones metodológicas y teóricas a ciertos aspectos de la investigación medioambiental, la hostilidad hacia el movimiento sobre el medio ambiente ha surgido de los intereses particulares de algunos científicos del gobierno con misiones industriales o de desarrollo. Los intereses profesionales o económicos de científicos e ingenieros dedicados a la producción industrial o agrícola se pueden ver amenazados por las normas y las restricciones que persiguen los estudiosos del medio ambiente y los defensores del consumidor. La lealtad hacia los empresarios y la creencia en la importancia de sus misiones y tecnologías han hecho que algunos científicos se opongan abiertamente al movimiento medioambiental. La visión de estos hombres de ciencia es compartida por algunos científicos de universidades que ven en el crecimiento de la investigación sobre el medio ambiente una disminución de la ayuda para sus propios intereses y el alejamiento de ciertos «cerebros» de la investigación básica.

Estas consideraciones indican por qué el papel de los científicos en el movimiento medioambiental puede ser visto como ambivalente. Los científicos, individualmente y en grupo, han tomado el mando del movimiento medioambiental y a muchos de ellos se les puede identificar ya en la literatura sobre el medio ambiente. Sus actuaciones personales de liderazgo y de refuerzo han sido indispensables para la dirección y la credibilidad del movimiento medioambiental. Sin embargo, más fundamental aún para dicho movimiento ha sido la influencia del conocimiento científico sobre la comprensión y las suposiciones populares. Incluso los descubrimientos de los científicos que han dudado de la racionalidad del estudio acerca del medio ambiente pueden añadir elementos medioambientales fundamentales a la suma de conocimientos existentes.


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