La persecusión despiadada de nuestra fauna por distintas
técnicas de caza ha puesto en jaque numerosas especies y
comprometido su subsistencia especialmente al combinarse con los
factores mencionados anteriormente al referirnos a la
transformación de ambientes naturales.
Pero si debe elegirse un tipo de caza especialmente perniciosa
por los volúmenes que mueve y el afán de lucro que la origina,
la caza comercial aparece como la más grave. Ya desde los
lejanos tiempos de la conquista muchas especies fueron
consideradas un importante recurso peletero o plumífero y desde
entonces sometidas a una constante expoliación del recurso. Así
se destacan los casos de la vicuña y el lobo fino, hoy en una
lenta recuperación, y la chinchilla de estatus actual incierto
como los más conspicuos. Las ballenas llenan un capítulo
especial de fiebre comercial en los mares del sur donde fueron
tenazmente perseguidas por buques de todas las naciones desde el
siglo XVIII hasta comienzos de la década de 1960 en que la
Argentina decide abandonar su estación terrestre de Grytviken en
las Georgias del Sur y con ella la actividad ballenera.
Los motivos principales de captura comercial de nuestra fauna
pueden agruparse en: pilíferos y/o plumíferos, e incluye en tal
denominación la obtención de cueros de aplicación en
marroquinería; mascotas o animales cautivos con fines canoros,
ornamentales o de simple curiosidad y en menor medida como
recursos proteicos. Así se destacan en el primer grupo los gatos
manchados, los zorros, los zorrinos, los lobitos de río, la
vicuña, el guanaco, los pecaríes, la nutria o coipo, las
chinchillas, el carpincho, los suris o ñandúes, los yacarés,
las boas, las iguanas o lagartos overos entre los más notables y
presionados. En el segundo grupo figuran los monos, los loros,
los flamencos, los cisnes, los tucanes y numerosas especies de
passeriformes, además de peces y anfibios varios y entre los
reptiles de diversas especies de tortugas por solo destacar las
más perseguidas con este fin. Finalmente sabemos de la
comercialización efectiva de carne de vizcacha y mulita, incluso
en supermercados urbanos, aunque ocasionalmente puedan detectarse
otras especies en ámbitos rurales.
En todos los casos existe una cadena de comercialización con
eslabones bastante bien definidos que tienen su origen en
pobladores de muy escasos recursos que encuentran en la captura
de animales silvestres su único medio de subsistencia, o al
menos un suplemento importante para sus magros sueldos. Así este
nivel tiende a veces a confundirse con la caza por subsistencia
que aquí trataremos por separado. Surgen entonces verdaderos
personajes folklóricos como el "mariscador" que en los
esteros del Iberá y en los chaqueños se dedica a la captura de
yacarés, curiyús, lobitos de río, quiyáes o nutrias o
ñacanináes de acuerdo a las demandas de la moda o el mercado.
En las islas del Paraná y en las lagunas pampeanas aparece el
"nutriero" dedicado a la captura del coipo o nutria, y
desapareció afortunadamente el "garcero" dedicado a
capturar garzas para confeccionar tocados femeninos con sus
"egrettes".
En Patagonia aún medran los "zorreros"con sus
trampas-cepo buscando la piel del zorro gris chico y el colorado
y los "guanaqueadores"o "chulengueadores" que
sistemáticamente persiguen las tropillas de guanacos y capturan
a sus crías o "chulengos"para confeccionar con sus
pieles los populares "quillangos"pagatónicos. En la
región chaqueña el "iguanero" es otro prototipo
característico dedicado a capturar solo o con perros a los
grandes lagartos, mal llamados "iguanas".
Todos estos primeros eslabones llevan el común denominador de la
miseria y están sometidos a los caprichos del mercado que, a
veces, no paga nada por un cuero o una piel que demandó un
significativo esfuerzo o sacrificio o bien le abona por un
mínimo de su valor, y los restantes eslabones se quedan con la
"parte del león". Además es este cazador el que
necesariamente se expone al control fiscal y termina muchas veces
multado o encarcelado por las autoridades de control. Por ello
resulta muy alentadora la creciente fiscalización por parte de
algunas autoridades nacionales y provinciales tendiente a un
control más efectivo de los "barraqueros",
curtiembres, acopiadores en general y comercios minoristas par
atacar la cuestión donde se mueven los mayores intereses.
No obstante, es mucho aún lo que resta por hacer. Todavía
subsisten a pesar del esfuerzo de numerosas entidades
conservacionistas y a veces de las mismas autoridades las ferias
de pájaros de Nueva Pompeya en la Capital Federal y Villa
Dominico en el partido de Avellaneda, provincia de Buenos Aires.
Por razones de extensión no profundizaremos aquí toda la
problemática del tráfico ilegal interior y exterior de la fauna
silvestre argentina y sus productos, que colocan al país en la
mira de los organismos internacionales de conservación dadas las
vergonzosas cifras de exportación, se trate de cueros de iguanas
o cargamentos de loros vivos por solo citar dos casos de
resonante actualidad a pesar de ser la Argentina uno de los
países adheridos a la CITES (Convención Internacional sobre el
Tráfico de Especies). A los interesados recomendamos en este
tópico el excelente trabajo de Juan Gruss y Tomás Waller
(1988): "Diagnóstico y recomendaciones sobre la
administración de recursos silvestres en Argentina: la década
reciente".
A nivel mundial existen gran cantidad de especies que se encuentran hoy en extinción. Si no se toma una conciencia generalizada, podríamos perder gran parte de la belleza de nuestra Naturaleza.
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